Espero que no haga falta repasar aquí las clases de Geografía. Los países bálticos son Estonia, Letonia y Lituania, esas tres naciones pequeñitas que se encuentran justo al sur de Finlandia, una debajo de otra.
En la esquina superior derecha del mapa de Europa. Haciendo frontera con Rusia. Al norte de Polonia y Bielorrusia. ¿Sí?
Bueno, mejor pongo un mapa…
Confío en tu memoria, pero te recordaré también las capitales, por si las habías olvidado: Tallin es la capital de Estonia, Riga la de Letonia y Vilna la de Lituania.
Ahora que ya estamos ubicados, vayamos al grano: ¿Qué se cuece por allí? ¿Merece la pena visitar los países bálticos?
Como entenderás, la respuesta es muy subjetiva. Si estás empezando a viajar por Europa, te diría que hay regiones más interesantes en el continente. Pero si ya conoces las grandes capitales y quieres explorar zonas diferentes, tranquilas y baratas, pues entonces te recomendaría ir sin dudarlo.
Y para picar tu curiosidad, aquí te dejamos una lista de 11 sitios que puedes ver en los países bálticos que quizá te sorprenderán.
Índice de contenidos
- 1. Una república dentro de una ciudad
- 2. Un castillo en medio de un lago
- 3. Un museo dedicado al diablo
- 4. Un istmo compartido con Rusia
- 5. Una colina con miles de cruces
- 6. Dos de los palacios más suntuosos de Europa
- 7. La ciudad más modernista del mundo
- 8. Un Parque Nacional lleno de castillos
- 9. Las murallas más bonitas del mundo
- 10. Miles de rocas viajeras
- 11. Un cráter formado por un asteroide
- Mapa de sitios que ver en los Países Bálticos
1. Una república dentro de una ciudad
Si haces un ruta por los países bálticos es posible que tu primer destino sea Vilna, la capital de Lituania. Tendría mucho sentido si quieres recorrerlas de sur a norte, como hicimos nosotros.
En un artículo más antiguo ya hablamos de los sitios imprescindibles que ver en Vilna, que tiene un casco antiguo precioso, declarado Patrimonio de la Humanidad. Aquí, sin embargo, queríamos llamar tu atención sobre un sitio muy peculiar: la República de Užupis.
Užupis, aislado del resto de Vilna por el río y por varias colinas, fue un barrio bastante marginal hasta la década de los 90. Durante mucho tiempo fue un refugio para las clases más desfavorecidas, pero poco a poco fue acogiendo a un creciente número de artistas, bohemios, etc. que instalaron allí sus talleres y sus ideas.
Un poco como en Montmartre, vaya.
El caso es que el barrio llegó a sentirse tan independiente del resto de la ciudad que en 1998 sus residentes proclamaron la República de Užupis, con su propia constitución, bandera, moneda, presidente y hasta un pequeño ejército formado por una quincena de personas.
Ahora Užupis es un barrio tranquilo y bastante turístico, con cafés, restaurantes, etc., pero en muchos de sus rincones aún mantiene aquel ambiente bohemio. Y cada 1 de abril siguen celebrando el día de la independencia.
Puedes descubrir los encantos de Vilna apuntándote a algunos de los tours en español que encontrarás en la web de Civitatis
2. Un castillo en medio de un lago
El castillo de Trakai es tan fotogénico que su imagen suele utilizarse casi siempre como portada en las guías de Lituania. Y es que solo por su ubicación, en medio de un lago lleno de islotes, ya merece la pena visitarlo.
Lituania, ahí donde la ves tan humilde y relativamente pequeña, llegó a ser el país más grande de Europa en el siglo XV, cuando su territorio iba desde el mar Báltico hasta el mar Negro.
Incluso su nombre sonaba poderoso: Gran Ducado de Lituania.
Pues bien, Trakai, una pequeña localidad que se encuentra a 30 km de Vilna, fue una de las capitales de aquel enorme territorio. Y lo fue por decisión del Gran Duque Kęstutis, quien decidió construir allí su flamante fortaleza a finales del siglo XIV.
El castillo vivió sus días de gloria durante las guerras contra los caballeros teutónicos, que se empeñaban en cristianizar a los paganos lituanos. Sin embargo, Trakai perdió importancia cuando se libraron de los teutones en la Batalla de Grunwald (1410) y acabó por ser abandonado en el siglo XVII.
Por suerte para nosotros, durante el siglo XIX se reconstruyeron las ruinas del castillo (procurando ser fieles al original) y hoy podemos hacernos una buena idea de cómo debió de ser en aquellos tiempos.
Para saber más sobre esta visita puedes leer nuestro post sobre Trakai.
Puedes llegar hasta Trakai desde Vilna con un tour guiado en español
3. Un museo dedicado al diablo
Los amantes del baloncesto no deberían pasar por Lituania sin visitar la ciudad de Kaunas.
Como sabrán, es la ciudad donde juega el Žalgiris Kaunas, un equipo que atesora una Euroliga y que fue el primer y último club del mítico Sabonis. Además, España ganó en el Žalgiris Arena su segundo EuroBasket.
Más allá de eso, Kaunas es poco conocida. Su castillo y su Plaza del Ayuntamiento justifican una parada de unas horas, pero además tiene un lugar muy pintoresco que quizá te interese visitar: el Museo del Diablo.
Aunque el nombre puede sonar terrorífico y en algunos medios lo visten con cierto halo de misterio, este pequeño museo no deja de ser una curiosa colección de piezas relacionadas, de un modo u otro, con la figura del demonio según diferentes culturas.
En total hay unos 3.000 objetos diabólicos, que van desde elaboradas máscaras de madera hasta graciosos diablillos de porcelana.
4. Un istmo compartido con Rusia
Un istmo, por definición, es una cosa extraña.
Son franjas de tierra bastante estrechas que separan enormes masas de agua y conectan, su vez, grandes superficies terrestres, incluso continentes enteros (como ocurre con el de Panamá o el de Suez).
El istmo de Curlandia está situado en el oeste de Lituania, separando el lago Curlandia del mar Báltico. En algunas zonas es tan estrecho que puedes cruzarlo a lo ancho en unos pocos minutos a pie.
Ir de una punta a otra, sin embargo, es una aventura bien diferente. Vaya, es casi imposible.
De sus cerca de 100 km de largo, más o menos la mitad pertenecen al enclave ruso de Kaliningrado y la principal carretera del istmo está cortada hoy en día a la altura del control fronterizo.
Más allá de esta curiosidad, merece la pena pasar un par de días en Curlandia. Es un destino vacacional tranquilo y con un entorno natural muy peculiar, salpicado aquí y allá por enormes dunas de arena, como la Parnidis (de 52 m). De hecho, el istmo de Curlandia es tan especial que fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
Para acceder a él tendréis que tomar un ferry desde Klaipeda hasta Smiltyne, como explicamos en nuestro artículo dedicado al istmo de Curlandia.
5. Una colina con miles de cruces
La colina de las Cruces es uno de los lugares más curiosos de los países bálticos… y me atrevería a decir que de Europa.
Su nombre la define perfectamente: es una colina (muy chiquitita, más bien un montículo) y está llena de cruces. Las hay a miles. A decenas o centenares de miles.
La cosa empezó allá por el 1831 sin mayores pretensiones. Únicamente la de reivindicar el recuerdo de quienes habían muerto luchando contra la Rusia zarista.
Al principio fueron solo unas pocas cruces, pero cuanto más se empeñaban las autoridades en retirarlas, más cruces aparecían.
Y la cosa se acabó yendo de madre.
Lo que empezó como una manifestación espontánea de cariño desembocó en un acto de rebeldía a gran escala. Las cruces empezaron a amontonarse a centenares y la colina terminó por convertirse en un lugar de culto y en un símbolo de la independencia de Lituania.
Si quieres saber más sobre este lugar te animo a escuchar el episodio de Enclaves de Leyenda dedicado a la colina de las Cruces, donde tuvimos el honor de aportar nuestro granito de arena.
También hemos hablado de la colina de las Cruces en este blog.
6. Dos de los palacios más suntuosos de Europa
Nos adentramos ya en Letonia, y lo hacemos a lo grande.
Los palacios de Rundāle y de Jelgava, separados por 40 km, son dos de los palacios más pomposos de Europa del Este.
Viéndolos hoy, uno podría pensar que fueron propiedad de los mismísimos zares rusos. Lo cierto, no obstante, es que pertenecieron a un noble de poca monta que, eso sí, supo encontrar su hueco.
Lo que hoy llamaríamos un «trepa».
Estos dos palacios fueron un capricho de Ernst Johann von Biron (1690-1772), cuyo principal acierto en la vida fue convertirse en amante de la emperatriz Ana I de Rusia.
Gracias a su favor recibió el título de Duque de Curlandia e incluso llegó a ser regente de Rusia por un brevísimo tiempo.
Al parecer, el señor Biron era muy amigo del lujo (se dice que sus ropajes eran incluso más caros que los de la propia zarina) y en cuanto empezó a amasar fortuna mandó construir sus ostentosas «casitas».
Nosotros visitamos únicamente el palacio de Rundāle, pero los dos comparten muchas características, pues ambos fueron obra de Bartolomeo Rastrelli, un maestro del barroco tardío.
Tanto las salas que se visitan en el interior como los jardines son espectaculares. Puedes ver más detalles en nuestro post sobre el palacio Rundāle.
7. La ciudad más modernista del mundo
Como buen barcelonés, suelo pensar en Barcelona como la capital mundial del modernismo. Y puede que así sea en cuanto a calidad de las obras, pero quizá no en cuanto a cantidad.
Lo cierto es que, según la UNESCO, el centro histórico de Riga alberga la mayor concentración de arquitectura modernista del mundo.
En realidad usan el término Art Noveau, que es el nombre más internacional de este movimiento artístico, pero ni uno ni otro son del todo precisos, ya que en Letonia tendríamos que hablar de Jūgendstils.
Sea como sea, resulta sorprendente pensar que en la capital de Letonia 1 de cada 3 edificios son modernistas (o al menos los del centro histórico).
Los más conocidos se encuentran en las calles Alberta iela y Elizabetes iela y la mayoría son del arquitecto Mijaíl Eisenstein.
Echa un vistazo a otros lugares que ver en Riga.
Apúntate al free tour de Riga en español para conocer la ciudad de la mano de guías expertos
8. Un Parque Nacional lleno de castillos
El Parque Nacional de Gauja, en pleno centro de Letonia, tiene dos de las cosas que más nos gustan de este mundo: castillos medievales y un fantástico entorno natural.
El tema de los castillos viene de muy lejos. Tan lejos como el 1202.
Ese año nacieron en Riga los Hermanos Livonios de la Espada, una orden militar católica que fue un poco por libre hasta que en 1237 se vieron obligados a integrarse en la Orden Teutónica, adoptando el nombre de Orden Livonia.
En esos pocos años en los que fueron «independientes», los Hermanos de la Espada tuvieron tiempo de levantar una buena pila de castillos, muchos de ellos en el territorio que hoy ocupa el P. N. de Gauja.
Los más conocidos son el castillo de Cēsis (visitable), el de Krimulda (en ruinas) y el castillo de Turaida (también visitable).
Nuestra recomendación es que dediques un par de días a explorar el parque, primero por la zona de Cēsis y después por la zona de Sigulda.
En la web de Civitatis puedes encontrar tours en español de Riga a Sigulda
9. Las murallas más bonitas del mundo
Saltamos ahora hasta Estonia y vamos directamente a su capital.
¿Para qué? Para ver, entre otras cosas, las murallas más bellas de Europa y casi diría que del mundo mundial.
Vale, puede parecer exagerado, pero a ver quién nos niega que las murallas de Tallin pueden competir con las de Dubrovnik, Ávila o Carcasona, por citar algunas de las más impresionantes que hemos visto.
El origen de la muralla de Tallin se remonta al 1265, aunque su aspecto actual es fruto de ampliaciones de los siglos XIV y XV principalmente. Hoy se conservan 1,8 km de muralla y 26 torres (de las 66 que llegó a tener).
Para conseguir las mejores vistas del conjunto te recomendamos que subas hasta lo más alto de la iglesia San Olaf. La subidita tiene tela, pero es que la panorámica es una de las más alucinantes de Europa. En serio.
Más allá de las murallas, el centro histórico de Tallin merece al menos un día entero de visita. Por algo es Patrimonio de la Humanidad.
Puedes echarle un vistazo a nuestro artículo sobre Tallin para saber más.
Apúntate al free tour en español de Tallin para conocer bien la ciudad
10. Miles de rocas viajeras
La costa norte de Estonia está salpicada de miles de rocas de diferentes tamaños con formas redondeadas y suaves.
Nada muy inusual a priori, salvo por un detalle: esas rocas vienen de Finlandia y Escandinavia.
¿Y cómo llegaron hasta Estonia? Desde luego, nadie las trajo. Y tampoco el mar o el viento pudieron haberlas arrastrado.
Las erratic boulders (rocas erráticas) fueron transportadas cientos de kilómetros hacia el sur por glaciales que se derritieron en las últimas etapas de la Edad de Hielo, hace unos 12.000 años.
Puedes ver algunas de las más curiosas, como la Tagaküla Suurkivi (de 30 x 4 m) en el Parque Nacional de Lahemaa. Si vas hasta allí te sugerimos que dediques un tiempo a pasear por el maravilloso Viru nature trail, de 6 km.
Echa un vistazo a nuestro post sobre Lahemaa si te interesa conocer más detalles.
11. Un cráter formado por un asteroide
En la Tierra se han registrado unos 200 cráteres formados por meteoritos. En Europa hay poco más de 40, cuatro de ellos en Estonia.
El Cráter de Kaali, en la isla de Saaremaa, no es uno de los más grandes del continente, pero sí es de los pocos que se formaron cerca de áreas pobladas.
Se cree que la caída del meteorito de Kaali se produjo hace unos 3500 años. Aunque se trataba de un cuerpo relativamente pequeño, el impacto lo devastó todo en unos 6 km a la redonda.
No es probable que hubiera víctimas humanas, pero se piensa que el evento llegó a influir en la mitología finesa y que el lago formado por el meteorito se convirtió en lugar de culto.
El principal cráter de Kaali mide 110 m de diámetro y puede verse fácilmente desde un mirador. Es uno de los principales lugares que te recomendamos ver en la isla de Saaremaa.
¿Te han parecido sorprendentes estos lugares? ¡Esperamos que sí! Ojalá algún día tengas la oportunidad de visitar los países bálticos, si no lo has hecho ya.
Mapa de sitios que ver en los Países Bálticos
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