Viene de aquí
Decíamos que James se ofrece para guiarnos y nosotros aceptamos. Su primera decisión es abandonar la calle principal y meternos en esas callejuelas de las que nos había hablado. En ningún momento dudamos de sus buenas intenciones, así que le seguimos bajo la tenue lluvia irlandesa. James nos avisa de lo aburrido que es el clima en Dublín. Nos pone algunos ejemplos divertidos y, aunque no siempre le entendemos bien, el hombre nos cae simpático. Poco a poco va pasando de lo general a lo personal y se presenta formalmente. Bromea con lo aburrido de su nombre y se sorprende al descubrir los nuestros (nada aburridos). Nos habla de España y de Barcelona, ensalzando sus grandes virtudes. Y a todo eso continúan las callejuelas, pero el mapa está en sus manos y lo único que podemos hacer es fiarnos.
Tras un buen rato andando y hablando (sobre todo él), atravesamos un lugar llamado St. George’s Street Arcade (foto superior) y volvemos, incomprensiblemente, a la avenida principal, por la que podíamos haber bajado en línea recta. Esto empieza a lenvantar mis sospechas sobre sus cualidades como guía y le comento que ya estamos situados y que podemos seguir solos. El hombre, todo amabilidad, nos responde que no, que nos acompaña un poco más. Seguimos hablando y el pobre fanático católico, que según sus propias palabras hablaba cada día con Dios y se echaba con él unas risas, se entera de que soy ateo. Bromea con que tiene que irse, pero decide que puede hacer algo por nosotros y nos lleva a un nuevo destino:
La Whitefriar Street Carmelite Church es conocida por albergar las reliquias de San Valentín (el que nos enamora) y a James le pareció un sitio ideal para que me acercara al Señor. Sin tiempo para meditar un plan de escapada, James nos insta a entrar y, una vez dentro, a dejar una firma en el libro de visitas. En ese momento la aventura «Meeting James» toma un nuevo rumbo. Al acercarme a la mesa donde reposa el dichoso libro, James se ofrece para sostener las cosas que llevo en las manos (un mapa, el gorrito para el frío y algunos panfletos gratuitos). Yo se los doy y escribo un mensaje para pasar el trámite. Al girarme veo que tiene su móvil en las manos y que está apuntando algo. Mi novia me mira con cara de no entender nada, pero una cosa está clara: le acaba de pedir nuestro número de teléfono.
Después de apuntárselo con nuestros nombres, James nos pide que recemos una oración con él. Mi novia y yo nos miramos perplejos, pero le seguimos la corriente y nos mantenemos en silencio (pensando en cómo librarnos de él) hasta que termina sus rezos. En este punto me percato de que mi gorrito ya no está en sus manos y mi novia me dice, por lo bajo, que se lo ha metido en una bolsa que llevaba.
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Muy buenas! Vengo de cubodeideas, de donde me dejaste un mensaje hace unos días.
Que grande! Qué grande! Joder, vaya suerte tuvisteis nada más llegar. Según leía la historia me imaginaba un loco o de alguna secta, pero lo de meterse el gorro en la bolsa me ha dejado roto. Como termina esta historia??? no nos dejes «asín»!
xD
Jajaja, bueno, mañana publicaré el desenlace, pero ya te puedo decir que aún sigo perplejo con sus rarezas. Por cierto, gracias por visitarme! Deja por aquí un enlace a tu blog!